AJUSTE
Yo quería provocarle una necesidad de estar a mi lado
siempre, casi una dependencia a ser posible, que se sintiera confortable, a
gusto, perenne residente en la seguridad de mi mano amiga y acompañante de mis
decididos pasos, buscadores de un mundo común donde besarnos.
Siempre se lo decía, cada día. De muchas maneras. Le
explicaba mis planes usando argumentos nuevos cada vez. Argumentos que parecía
no compartir. Oponía los suyos a los míos y siempre prevalecía su criterio. Empecé
a buscar la fuente de sus negativas y la encontré. Estaba escondida entre la L4
y la L5. Un golpe certero de martillo la convenció. Sí.
Desde entonces permanece siempre conmigo y, aunque
depende enteramente de mí, la hago sentirse confortable y a gusto, su seguridad
no está comprometida de mi mano y siempre viene conmigo allá adonde yo vaya.
Solo me queda encontrar el rincón donde acepte mi beso.
No hay nada más peligroso que un psicópata enamorado.
ResponderEliminarEl rincón del beso está ubicado en el hontanar de los principio compartidos. Sobre todo, si la complementariedad serena los meandros del entendimiento en la corriente renovadora del agua estancada.
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