LÉEME EN TU IDIOMA

22 junio 2022

REFERENTE (Microrrelato)

  


REFERENTE

Él siempre piensa en mí. Lo noto, lo siento. O lo presiento. Es como si me mirara desde la invisibilidad de su mundo, aun siendo su mundo también el mío. No se esconde, me piensa de continuo, hace crítica de mis conductas y, con el conocimiento adquirido, logra justificar mis errores o encuentra perdones para mis ofensas a la ética. Parece asentar su existencia en las bases que yo mismo me construyo sin pensar siquiera en él. Se acomoda, se amolda en paz. En una simbiosis unidireccional, el anciano que seré me espera tranquilo. Y no sé si también me apremia.



02 junio 2022

TIEMPO MUERTO (Microrrelato)

TIEMPO MUERTO

Se mostró tolerante cuando llegó con esa despreocupada sensación de que allí iba a perder el tiempo. Había dejado cosas a medio hacer, en proyecto varias visitas a familiares y amigos, pendiente la lectura de algunos libros que le habían llamado la atención o le fueron recomendados y mal sabor de boca por no haberse despedido bien de su cónyuge. Además, con las prisas, el paseo con su perrita se había quedado esperando...

Mientras sí, mientras no, su cabeza seguía trabajando. Había estado contabilizando los minutos trabajados por sus empleados para calcular las horas de productividad, cuando su reloj de fichar le dio fallo. Y allí estaba ahora, esperando pacientemente que alguien lo arreglara.

Me lo contó días después, ya consciente y sin sedación, mientras, gota a gota, recuperaba el ritmo normal de su corazón tras la sacudida. Me dijo haber tenido entonces la visión en capítulos de su pespunteada vida, en tanto que su corazón (tic tac) latía a golpes de mi desfibrilador.




CONDENAS (Microrrelato)

CONDENAS

La prensa la calificó de condena ejemplarizante, incluso salió en la tele, decían que era pionera, avanzada, porque aquello era maltrato...
En la celda, de tres por tres, al menos, tenía una cama pegada a una de las paredes, y, al lateral, por el lado de los pies, un minúsculo lavabo, aunque sin espejo, y, algo más allá, la letrina. Frente a la cama, una mesa hecha de obra sostenía, en una esquina, un vaso de plástico con el cepillo de dientes y otros artículos para la higiene. Precaria, sí, pero tenía higiene.
Lloraba arrepentido porque, ahora, era capaz de asumir las acciones pasadas sin eludir las consecuencias de su culpabilidad. Se dio cuenta de que había vivido solo para trabajar, para producir, competir, doblar turnos, comer un bocadillo y seguir, seguir, seguir. Seguir para qué, joder... ahora lo borraría todo. Pero ya era tarde, por eso lloraba, porque ya era tarde y porque lo había hecho una y otra y otra vez. Y lloraba de una forma sincera desde el momento que comprendió y reconoció la crueldad de lo que hacía con Trueno, su mejor amigo... dejarlo encerrado cada día... tantas horas... en aquel balcón... a pienso y agua... a la intemperie...