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22 julio 2018

PUNTO DE INFLEXIÓN (Microrrelato)

PUNTO DE INFLEXIÓN

Llegó a casa decidido.

Durante el camino de regreso condujo sin darse cuenta de las circunstancias del tráfico, y los kilómetros fueron como peldaños de una escalera invisible que a veces subía o bajaba en sincronía con sus pensamientos. Su ruta, más que recorrer el paisaje geográfico, fue el paulatino alcance de la comprensión del conflicto.

Llegó a casa convencido.

Colgó las llaves como era su costumbre en el pequeño estante detrás de la puerta del recibidor. Apagó el móvil y lo soltó en el taquillón. Abrió el cajoncito y puso dentro su cartera. También guardó allí, con mimo, el crisantemo.

Nadie en casa. La tenue luz del atardecer no hacía aún necesario encender lámparas. La altura del edificio proporcionaba un sereno silencio que, sin ser el silencio absoluto, era el más acogedor de los silencios.

Se desnudó y entró en la ducha. Se aseó a conciencia. Con una parsimonia calculada se afeitó su espesa barba, se depiló el cuerpo, se rapó la cabeza. Con pinzas cuidó de quitarse los pelillos de las orejas, de la nariz. Recortó sus uñas y les pasó la lima. Se cepilló los dientes. Se miró al espejo largamente.

Aún desnudo se tumbó en el otro lado de la cama y ensayó su postura. Adoptó una quietud paciente varias horas. Su mente repasaba los argumentos de aquella conducta decidida buscando resquicios que no encontró.

Por fin, bebió del vaso que había dejado preparado un rato antes de salir.

Cuando la noche nubló la estancia abrió los ojos y vió que ella, cubierta de sangre, la faz desfigurada, llena de cristales, los huesos rotos por el cinturón, el pecho reventado por el volante, lo esperaba con los brazos abiertos. Voló hacia ella y la abrazó.

Al oído la escuchó nítidamente cómo en un santiamén le daba mil razones incontestables. Notó su beso en la mejilla. Su corazón latiendo en el suyo.

Luego, súbitamente, un incontenible vómito compulsivo comenzó a diluir su imagen desmantelando la noche. A la ventana se asomó la aurora.