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25 octubre 2021

DUELOS (Microrrelato)



DUELOS

Desde mi ventana vi cómo el juez de guardia levantaba, en el salón de su casa, el cadáver de su único hijo, que tanto amaba. Quizá un infarto, o su injusta enfermedad, quién sabe. Lo cierto es que, tras aquel suceso tan traumático, su innata resiliencia fue para ella como un faro en medio de la tormenta y se gobernaba ajena a las mareas octogenarias. Compungido, yo la observaba vivir indolente cuando el azar le puso delante un polluelo caído del nido. Lo recogió y fue su refugio las siguientes semanas. Hoy, cuando ya el verano revolotea vistoso, amarillo y rojo en la pluma del jilguero, sale por primera vez al balcón, rejuvenecida, buscando aire fresco o esperanzas nuevas y, mirando sin mirar hacia el cielo, levanta sus brazos arcoíris y abriendo las arrugadas manos deja volar al pajarillo. Viene a consolarme al geranio seco de mi ventana.




14 octubre 2021

ÍNFULAS (Microrrelato)

 ÍNFULAS 

El número de su abultada cuenta corriente salió entre los premiados de aquella ingeniosa promoción del banco. Un maravilloso viaje para dos personas con todos los gastos pagados a la increíble isla de Pascua. Avión en primera clase hasta Chile y luego travesía de siete días en un yate de lujo para conocer los famosos moáis.

Después de asearse, afeitarse muy apurado y perfilarse bien las cejas y el bigote, se vistió despacio. Eligió una camisa de seda gris perla y una corbata burdeos para su traje K-50 de Enzo D'orsi. Ordenó a su chófer llevarlo a la oficina bancaria y esperarle en la puerta. Y una vez allí, le dijo a la directora de la sucursal que quién se había creído que era ella para incluir sus cuentas en "loterías para ilusos soñadores", que cómo había osado jugar con la dignidad de su distinguido apellido ofreciéndole "caramelitos de miel de abeja" ¿para qué tos?, que se metiera el viajito por donde le cupiera y que preparara su dinero, que se lo llevaba a otra entidad más seria.

En fin, que le echó un rapapolvo (no precisamente en rapanui) que la dejó de piedra.




PARIENTES DE SANGRE (Microrrelato)

 PARIENTES DE SANGRE

En mi familia todos nos llevamos muy bien. Soy viuda, madre de dos hijas, casadas con gemelos asombrosamente iguales, con unos ojos increíbles y una boca de dientes perfectos, guapísimos, muy educados y atentos conmigo. Ninguno se ha decidido todavía a hacerme abuela, a pesar de llevar casados más de diez años, dicen que tienen todo el tiempo por delante. Aunque durante el día nunca están disponibles. Todos los viernes nos juntamos en las cenas de familia que organizo, cada vez más deseadas por todos, porque parece que nos rejuvenece estar en compañía. Sobre todo disfrutamos cuando, disimulada y haciéndome la torpe, me pincho "sin querer" con el tenedor o me hago un pequeño corte con el cuchillo de la carne para captar su atención. Y ya me muestran su cariño hasta antes del amanecer.




ARS VIVENDI. T2 - E1 (Microrrelato)

 ARS VIVENDI. T2-E1

De sobra sabemos lo que nos gusta y lo que aborrecemos. Paso a paso, después de tantos episodios vividos, hemos llegado hasta aquí, casi sin darnos cuenta, asumiendo certezas (del uno y del otro) que nos llegan por inercia. Cosas que hemos visto que no nos han incomodado, nos han hecho pensar que nos agradan o, como poco, nos son indiferentes. Otras, que hemos claramente festejado, las consideramos positivas sin mediar análisis ni comparar momentos o circunstancias. No pensamos en que el razonamiento es bastante lineal pero el sentimiento tiene muchas bifurcaciones. Esas otras posibilidades no cuentan mientras el semáforo está en verde, pero ayer, inesperadamente, se iluminó el ámbar.





13 octubre 2021

GENIO Y FIGURA (Microrrelato)

GENIO Y FIGURA

Todo empezó con un pequeño disgusto, una irritación que me causó enojo. Seguro que no tendría mucha importancia, ahora ni lo recuerdo. O quizá sí, porque el malestar me surgía de los poros. No sé, nunca he recordado bien mis vivencias antes de los cinco o seis años.

Crecí con un coraje enconado y un arrebato de furia incomodándome el pecho. Era como un palpitar que no cesaba. 

Con la adolescencia comencé a buscar paliativos como el alcohol o el tabaco, para relajarme, pero no. La molestia del desagrado pasó a ser fastidio e indignación hasta convertirse en cabreo. 

Con veintitantos, exacerbado por la excitación y la cólera, una enervada desazón me contrariaba. 

Con cuarenta empecé a ser consciente de que habitaba un mundo de enfado infinito.

Empleé treinta años más intentando enemistarme con el mal humor y aquí me veo hoy, en cama, entubado y monitorizado, mirando la película de mi vida. 

Encorajinado aún, porque ni siquiera la muerte quiere avenirse conmigo.