LÉEME EN TU IDIOMA

14 mayo 2017

IMPERDURABLE Y ETERNO (Narración corta)





IMPERDURABLE Y ETERNO

1

Subía la cuesta de su calle con paso apresurado y casi se detuvo cuando le asaltó la pregunta –pero… ¿qué prisa tengo?- que ya otras veces había brotado súbitamente de la nada y le había sujetado como una mano amiga por detrás de su hombro. Más despreocupado, acabó de recorrer los no más de cien metros que le separaban de su casa. Eran las 08:30 y solo unos minutos antes sus dos hijos habían tomado el autobús escolar.
Nada más abrir la puerta salieron sus dos perritas, acostumbradas ya al horario, y, como a diario, volvió a tirar de la puerta con un gesto repetido, casi ritual, que había creado la costumbre.
Durante el corto paseo de las perritas (solo el tiempo necesario para ellas) tenía ocasión de ver a otros muchos niños del barrio enfilando cada cual su camino hacia el colegio cercano. Algunos, pocos, pronunciaban un tímido buenos días, los otros, los más, iban sumidos aún en los residuos del sueño que no habían podido sacudirse del todo y que, ahora, el frio y la humedad de las mañanas del invierno se encargaría de difuminar en sus rostros.
A veces recordaba sus días infantiles y solo entonces era como era entonces: un niño tímido revestido de una aparente resolución. Lo mismo que este amanecer en que la luz parece vacilar y, no obstante, con dulzura se impone a las sombras caducas.
En casa le esperaba la mañana como un lento rio de ternura y de paz, y solo con sacudir las llaves para provocar un leve tintineo las perritas se le acercaron y le acompañaron.
Un consistente desayuno en solitario le invitaba a programarse, a ordenar en su mente las tareas, a intentar comprimirlas en el tiempo que tenía para ellas… primero las camas… no antes fregaré los platos de la cena y del desayuno, no me gusta estar viéndolos toda la mañana… luego barrer y hacer el polvo… qué bueno me ha salido hoy el café…

2

Como un cuerpo desnudo que reposa agotado de amor, el camisón de Leo se abre a sus ojos y en su espejo se contempla. Cuando lo recoge de la cama lo acaricia, lo huele, cuidadosamente lo dobla, lo coloca en la mesita, junto al joyero. Despliega el edredón. Y las sábanas, con delicada atención evocadora. Le gusta rememorar las horas pasadas, devolverlas a esta luz cuya caricia le infunde gozo, limpiar no sé qué máculas.
Cabe toda la mañana en estos gestos por cuyos bordes se escapan a diario sus maduras deidades y esta dulce batalla le aniquila nuevamente (o, cabe decir, esta nueva batalla le aniquila dulcemente). Y, como llevado por un viento oscuro que en la mañana de pronto su ira desata, mirando a lo invisible –quien yo amo, quien a mi vida sentido da, vibración y llama, no está- lanza su queja que es memoria en carne viva –o sí que está pero sin estar, inútilmente-. Cuánto amor mana de su pecho estando solo, ella no lo sabrá.
En el otro cuarto son dos camas, son dos amores, dos esencias. Dos ausencias que desatan otras tormentas, otros temores, otras ternuras. Él nunca puede, por más que se esfuerce, dejar este dormitorio bien recogido, impecable, como los dormitorios infantiles que salen fotografiados en las propagandas de los comercios. Siempre queda la impronta de los dos, el temperamento. Aunque estén las cosas en su sitio, los pijamas bajo las almohadas, los ositos de peluche sobre las camas, bien colocados, con gracia, sus zapatillas, cada par en su sitio… siempre quedan las caricias y los juegos indelebles en los muñecos, siempre se nota la forma del pie en cada zapatilla, la manera de andar. Todos sus objetos están impregnados de ellos y él los trata con espontáneo mimo, con amor involuntario. Jerónimo y Flora están también, como Leo, pero ellos aún son pequeños para poder pensar siquiera lo que su papá nota sus existencias. No son conscientes de cuánta ternura ignoran.
Él tampoco es consciente de todo esto, se mueve mecánicamente, con rutina, ausente de ese mundo emocional, ignorante de que esa es su gasolina, pensando –menos mal que a Leo le han renovado el contrato, así podremos pagar más cómodamente las mensualidades del piso, del coche nuevo, la luz, el teléfono…- solo en este otro plano sensorial y quejándose de todo –ahora tengo que salir a comprar fruta- -vaya por dios, ya he puesto salada la sopa- -estos perros me quitan mucho tiempo- -parece que hoy Leo se retrasa-. Solo piensa en acabar tanta tarea –madre mía- a tiempo de poder comer tranquilamente y no llegar tarde a su trabajo que hoy le toca turno de tarde y entra a las dos y media.

3

-      Hola cariño.
-      Hola Leo ¿cómo te ha ido la mañana?
-      Normal, ya sabes…
-      Yo ya voy con prisa. La sopa está un poco salada, no mucho, no creo que los niños lo noten, mira a ver si lo puedes arreglar.
-      ¿Volverás muy tarde?
-      No, hoy me toca un buen relevo, Rafael siempre llega muy prontito. Lo que sí llegaré es muy cansado, ya sabes que estos días que son vísperas de fiesta hay mucho público en la Oficina de Denuncias y no podré parar ni para tomar café.
-      Bien, cariño. Te espero para ducharnos. Anda vete ya que vas tarde.
-      Adiós, amor.
-      Hasta luego. No metas a mucha gente en el calabozo.   ¡ Y ten cuidado ¡