GRACIAS
Nunca supo quién era. En realidad tampoco pudo saber
si era una persona o fueron muchas. Cuando la atendían y la cuidaban y la
vigilaban y le hablaban y le daban ánimos para seguir soportando aquellos días
de UCI, a veces lograba entreabrir algo los ojos pero solo llegaba a ver unas
gafas, una mascarilla y un traje blanco. Después, la vorágine del alta médica,
la vuelta a casa, la familia, crearon como una amnesia sobrevenida que en pocos
días se fue disipando y quiso, o deseó fuertemente, recordar el rostro o los
rostros de aquellos ángeles. Pero no pudo conseguirlo. Hoy, tantos años
después, su memoria no funciona, no reconoce a su familia, está en su casa
perdida en el tiempo. Solo nos habla de vez en cuando para decir siempre lo
mismo: Por favor, enséñame tu cara para
acordarme siempre de ti.
Quien es agradecido, aunque sea o parezca una paradoja, traspasa con ese noble sentimiento (una viga maestra de la bondad) las neuronas abatidas por la resistencia al empuje de las conductas hipócritas y, por ende, interesadas. Se sostiene en pie cuando la llama vivaz de la existencia queda reducida a ascuas bajo un espeso manto de ceniza. Emerge del alud de la amnesia. Lo emotivo nunca queda a merced total del realismo. Ahí reside la fuerza "retroalimenticia" de la esperanza.
ResponderEliminarGrabado en su memoria aquel amor y aquel cuidado que le sembraron y alimentarpn en su corazón el sentimiento de dar las gracias sin saber a quién o quiénes.
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