LA LLAMA
El fuego era
apenas un rescoldo, pero allí seguía. Hurgando en los tizones con la varita
parecía que buscara dónde estaba escondido el pequeño cañón del que se
escapaban aquellas chispitas bermejas y revoltosas que chisporroteaban. Y que
luego seguía con la vista, aquí y allá, como si resolviese uno de aquellos
pasatiempos infantiles que trazas una línea siguiendo los puntos numerados y se
revela el dibujo. Por un momento cesaron los fuegos de artificio porque se
acercó a la cara la punta incandescente de la vara para encender un pitillo y
causó un remanso en las ascuas. Lo prendió con la lumbre y pausadamente miró el
humo de sus caladas diluirse y confundirse con las primeras luces del alba.
Mientras entre sus dedos se enredaban las azules volutas que generaba la
colilla, con la otra mano jugó con la batuta encendida a dirigir el relajante
concierto de los chasquidos de la leña, el crepitar de las brasas y los
silenciosos estertores de la luna.
Sentado frente a la hoguera, y con su relumbre, durante la noche pudo ver paulatinamente, sin embargo, el verde verdadero de los árboles.
Bonito director de la orquesta de tu propio momento.
ResponderEliminarPreciosa descripción de esa llama que nos envuelve en ciertos momentos.
Besicos muchos.
Gracias, Nani. Intento describir la noche de fuera dejando que la de dentro se vaya revelando a la par que amanece. Que los rojos reflejos del alrededor no sean impedimento para ver el color verdadero de los acontecimientos. Más besitos.
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