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13 diciembre 2020

CARRERA DE RELEVOS

CARRERA DE RELEVOS 
Cuando ya recuperado regresó a casa, todo le pareció muy raro. Obvio que durante el tiempo que faltó, ella se dedicó a hacer cambios (no lo digo como un reproche, que me parece muy lógico, es natural que se deshaga de los recuerdos y utensilios que él mismo olvidó, y que done a madre coraje la ropa que aún esté en condiciones de usarse, o que desaloje los cajones de papeles, las fotos, su reloj, las llaves, el móvil, que venda el coche), todo fuera para promover ambientes distintos y facilitarle nuevos afectos. Ahora debía construirse una vida diferente, con sus padres desaparecidos ya (qué pena haberse perdido estos últimos años, que casi ni podía recordarlos), también eso le parecía raro (aquel dormitorio es hoy un pequeño taller, con maderos y piedras de varios tamaños, ella quiere que siga tallando y esculpiendo porque en el centro lo hacía muy bien). Y con su novia también muerta (se puso la primera, delante de él en la cola, y ocupó la última plaza libre al cielo aquella tarde), de aquel alucinado amor conserva apenas la cuchara que los había unido... Ahora somos huérfanos y tú eres mi hermano mayor -le dijo-, tienes que estar aquí para cuidarme. Lo haremos mutuamente -contestó-, valoro muchísimo lo que estás haciendo, yo ya he cambiado, de verdad, por dentro y por fuera, me ha costado, pero por fin estoy limpio y dispuesto para buscar la felicidad, lo haremos juntos. Pero las personas no decidimos las horas y el tiempo también quiso cambiarse de reloj. Aquel corazón tan grande que no cabía en este mundo se lo llevó un camión de reparto que buscaba su destino. Lo que ahora siente que le brota, que le habita, que le inunda (dice que es demasiado valioso para su cuerpo incapaz, para sus manos que piden relevo, para esos ojos nuevos que todo lo ven tan raro), es como una rabia serena, un furor sin resentimiento, quizá una paz inquieta y un sueño o un camino. Como cuatro corazones latiendo en el suyo. Todo muy raro.

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