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17 abril 2024

HAZAÑAS BÉLICAS (Relato corto)


HAZAÑAS BÉLICAS


La acogida en el centro de protección de menores fue casi automática. Llegó, sin padre ni madre ni adulto alguno que respondiera por él, mezclado en un pequeño grupo de personas, que pudieron escapar de las bombas en un viejo autocar que, milagrosamente, se fue abriendo paso por Europa hasta que se detuvo aquí por falta de combustible.

Las autoridades franquistas no fueron capaces de encontrar a sus familiares y, al ser un menor sin papeles, de origen judeoespañol, que solo decía llamarse Absalón, hubo que ingresarlo en un orfanato. Luego, en el año 48, la recién creada Junta Provincial de Protección de menores lo declaró en situación de desamparo, le dio acogida y se hizo cargo de él. Tenía ya unos nueve o diez años. Por desgracia, con esa edad, ninguna familia se interesó por él con ánimo de acogida temporal ni de adopción, aunque el chico era dócil y amable.

En los años que estuvo en el Centro jamás dio un problema, más bien se puede decir que mediaba en los conflictos que causaban otros muchachos. Esas eventuales intervenciones le daban siempre un inesperado protagonismo, pues generalmente era bastante callado e introvertido, siempre estaba pensando en sus cosas y se limitaba a interactuar con los responsables y cuidadores solo cuando era requerido. Apenas daba tarea a nadie. Pero, verdaderamente, parecía tener cierto poder pacificador.

Hasta los catorce, pasaba las mañanas en clase y casi todas las tardes en la biblioteca municipal, donde ya conocían su gusto por la lectura y le sugerían o recomendaban libros de todos los géneros. Sus preferidos resultaron ser novelas y ensayos acerca de la guerra. Si tú también tienes esa inquietud que te incita a curiosear en las guerras que han asolado a la humanidad, adelante, les decía a quienes le preguntaban por su afición, porque leer también ayuda a que no se vuelvan a repetir.

Así llegó el día, en que, por un examen antropométrico de sus muñecas, se determinó que había alcanzado los 18 años y lo echaron a la calle. Sí, es duro saberlo, pero así sucedió, porque así son las cosas hasta que se cambien.

Menos mal que Absalón tenía las ideas claras. Durante sus últimos cuatro años en el hogar tutelado de menores, antes de tener que dejarlo por cumplir la mayoría de edad, se preocupó de ir realizando diferentes cursos de capacitación: de fontanería, de mecánica del automóvil, de manipulación de alimentos y de pinche de cocina con prácticas en hoteles. Así también aprendió a defenderse en varios idiomas y logró disponer de unos ahorrillos que, al fin, fueron los que empleó en la adquisición de una furgoneta de segunda mano. La adecuó para vivir en ella, la equipó como cocina ambulante de campaña, y, pacíficamente, sin hacer ruido, puso tierra de por medio.

¿Elegir destino? Nunca lo pensaba. Fuera adonde fuese, aquel era su destino. Y nunca lo elegía él, más bien lo contrario, era el destino quien lo elegía a él.

Estuvo en Vietnam hasta el 75. Después fue a Etiopía, Angola, Líbano, Sáhara Occidental y Somalia, de allí fue a Irán y Afganistán, luego pasó a Nicaragua, El Salvador, Las Malvinas, después Croacia y Bosnia. Ahora, con casi 85 años, anda por Ucrania...

Siempre sin tregua, siempre ayudando a víctimas de la guerra. Y es que, desde que perdió a sus padres en Auschwitz, nunca pudo vivir en paz.


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