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09 julio 2017

GUIÓN PARA UN CORTO (Microrrelato)

GUIÓN PARA UN CORTO

En el escenario hay pintores ataviados con sus caballetes y sus pinceles, sus gafas, sus gorras y sus mandiles. Están en un estudio en el que se encuentra posando una joven completamente desnuda, muy iluminada por tres luces. Amarilla, roja y azul.
A cada uno de los pintores le acompaña un foco de luz blanca, más suave, que ilumina cada lienzo.
La cámara toma este plano general al que no adorna ninguna música. Reina el silencio absoluto.
Así transcurre un minuto.
Ahora la cámara se acerca lentamente hacia la modelo hasta llegar a un primer plano de la pose completa y allí permanece unos segundos.
De pronto empieza una sucesión de planos cortos y rápidos mostrando la concentración de los artistas en sus trabajos. Uno gesticula de un modo extraño. Aquel hace muecas nerviosas. Hay uno calvo que padece un tic. Alguno parece tomar medidas con su pincel a modo de espada. La modelo es una estatua que se ve reflejada en las gafas de otro pintor.
El ambiente es muy denso. Todos trabajan denodadamente mientras que la modelo ni siquiera respira.
Ahora la cámara hace un repaso a todos los lienzos. En ellos se dejan ver las frustraciones de sus autores. Hay obras muy sensuales, también las hay pseudocándidas, de vanguardia, de falso cromatismo, psicoanalíticas y hasta geométrico-cubistas. Todas ellas reflejan un tanto la personalidad inequívoca de su autor y el carácter imaginado de la posante. Hay una obra en tonos neutros y grises que representa a una elegante señorita de fino talle y alta cuna con una piel de albaricoque y una mirada exquisita. Otro lienzo, sin embargo, muestra una mujer abandonada de sí misma, con el cabello revuelto y mal maquillada que aparenta haber acabado una sesión de amor con su cliente. Otro asemeja una venus y otro, en fin, una impúber adolescente raquítica y escuálida.
De pronto, inesperadamente, suena un timbre monótono y desagradable que mata el gran silencio reinante. Se hace una luz más natural en toda la escena que la cámara recoge ahora en un solo plano. El silencio se hace bullicio. Todos los artistas recogen sus cosas, se límpian las manos, encienden cigarrillos y miran su obra con los ojos entornados mientras la joven modelo se viste en medio de la gran sala, despojada ya de todas las miradas.
Según van acabando, los pintores ocupan la cámara y van saliendo a la calle. Uno tiene una bicicleta en la puerta con la que inicia su marcha. Otro se acomoda en la cola del autobús. Algunos otros desaparecen caminando en distraídos grupos o despistados y solos.
Todos y cada uno de ellos se van integrando pacíficamente en la normalidad de la ciudad, entre la gente. La cámara no ha captado ahora en ellos ni gestos ni muecas ni tics nerviosos y todos se mueven con entera naturalidad.
Ahora toca turno a la modelo. La cámara la sigue de cerca, por la espalda, mientras ella camina apresuradamente, mira su reloj, da una carrerita. Llega por fin a su destino. Entra por el jardín atravesando un parquecito y se detiene ante la puerta. Toca el sonoro timbre (ding-dong). Se abre la puerta y ella entra dejando que la cámara se cuele por detrás para curiosear el interior. Es una guardería. La cámara hace un recorrido en redondo por todo el ámbito, olvidándose un momento de la muchacha y dejando ver a los niños jugando, chillando, revolcándose por el suelo, con juguetes, con plastilinas, con tizas de colores y, en fin, realizando todas las actividades propias de un grupo de niños en una guardería.
Ya la cámara ha hecho un giro completo por todo el local y ahora enfoca de nuevo a la modelo que está sentada en una silla mirando cariñosamente a su bebé mientras lo amamanta.








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