CRONO
Miró a su alrededor buscando alguna cafetería pero su vista
se detuvo en un comercio que parecía ser nuevo. Nuevo es un decir, pensó,
porque tenía toda la apariencia de llevar allí un siglo. No sabe qué le llevó a
la puerta. Era una tienda de antigüedades.
Decidió entrar solo por curiosear y matar el tiempo.
Miró toda una galería de recuerdos ajenos que luchaban por
durar detrás de las vitrinas. Aún quince minutos para la cita. El anticuario
pone en venta objetos con historia, se dijo para si.
Abanicos con firmas de toreros que han sobrevivido a la
mujer de mantilla, pitilleras de plata con iniciales grabadas, alhajas de oro
viejo diseñadas por un desaparecido. Diez minutos.
Relojes, cachimbas, estilográficas, cartas nobles de amores
vulgares.
Un viejo, dueño de tanto residuo, con esa voz inconfundible
de las pesadillas y esa lengua bífida de tiempos, ante el vago interés de la
visitante, acomodaba el precio de todo pidiendo cada momento menos por algo que
cada vez, decía, vale más. Seis minutos.
Necesitaba un leve descanso. Perder algunos años de la suma
total de siglos que habitaban en ella. Cinco.
Salvarse de esas garras artrosis incurable, de esa mirada,
resquemor puro, cuatro, de ese lapidario, de ese museo-mausoleo insolente donde
todo se revuelve en compañías impertinentes. Y aquel espejo. Tres.
Mira una vieja foto. Una mirada límpia que el color sepia distorsiona
en el daguerrotipo la mira ahora. De frente. Una frente a otra. Dos.
Dos ojos que la desarman, que la hacen desprenderse del
tiempo real, desasirse del espacio, del aire. Uno.
Una atracción irresistible hace que robe esa imagen. Y deja
en su lugar el billete del metro que aún tenía en su mano. A través del cristal
mira la calle y ve que su cita la espera. La espera. La calle. El otro lado del
cristal. Ninguno. Se acabó el tiempo.
Nota del autor: Este pequeño relato que firmo no nace de mi
inventiva, yo solo lo reproduzco tal y como me lo contó aquella inquietante
persona de la que solo recuerdo haberle comprado este antiguo billete de metro
y que guardo no sé muy bien por qué.
De mis relatos preferidos. Un bucle temporal a través de un viejo billete que representa el azar y el misterio de la vida...
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