HISTORIAS DE RISA PARA NO REIRSE
CAPITULO 2
José Luis Maldonado,
como persona, era bastante sencillo (por no decir simple). Tenía un
carácter bastante plano, nadie que yo sepa recuerda haberlo visto
alguna vez enfadado pero tampoco visiblemente alegre. El equilibrio
era su característica principal. Su tono de voz era agradable, su
timbre, ni grave ni agudo y siempre al hablar usaba un volumen que no
molestaba a nadie y era suficiente para entenderle perfectamente.
Cuando leía sus modélicas sentencias ¿no he dicho aún que era
Juez?, lo hacía de forma tan melódica que no rechistaba ni el tato.
Todos esperaban al final sin interrumpirlo y casi siempre, tanto
acusados y abogados como fiscales y testigos e incluso el público de
la sala, terminaban obsequiándole con un buen aplauso, sincero y
generalizado. A veces, cuando oficiaba bodas, hasta lo besaban.
Muy pocas personas sabían
o sabemos el gran secreto que guardaba el Sr. Juez, algunas por
cómplices, otras por encubridores, pero de ningún acto delictivo,
no se imaginen nada de eso. Es que José Luis Maldonado era muy
aficionado (forofo diría yo) al Karaoke y casi adicto a los
aplausos. El problema era que pensaba que su seria y lacónica
actividad profesional era demasiado incompatible con su única
afición, tan festiva, que ésta podía deteriorar su prestigio como
Magistrado, así que lo mantenía en secreto, un blindado secreto, y
lo venía manteniendo en secreto ya mucho tiempo, años, desde
aquella primera vez, cuando aquellas ganas de cantar en voz alta
leyendo la letra de “Sobreviviré” le llevó a pensarlo y a
hacerlo: Sentado en su sofá, viendo la tele, mirando a su mujer
cómo hacía punto, se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y
cogió el móvil, fue a ajustes, fecha y hora, alarmas.... programó
para dentro de 10 minutos una alarma y eligió el mismo tono que
tenía para sus llamadas entrantes.
Desde aquel día se
repetía de vez en cuando la misma historia. Cada vez menos espaciada
en sus intervalos. Hasta que ayer, cuando llegó la hora, sonó la
alarma, José Luis Maldonado cogió su móvil y la detuvo a la vez
que se acercó el teléfono a la oreja:
- Diga... sí, soy yo... ¿un accidente de tráfico?... ¿donde?... no, no, no avisen al chófer del juzgado, esta mañana no se encontraba muy bien... yo me encargo, no me importa conducir... voy para allá.
- ¿Qué pasa cariño? ¿Otro levantamiento? Este año parece que no va a mejorar esa trágica estadística.
- Qué le vamos a hacer... intentaré no tardar mucho.
Un ligero beso en la
frente a su esposa. Puerta, ascensor directo al garaje, siete pisos,
vamos, vamos, mando a distancia, coche y... en fín, en pocos minutos
ya estaba en el Salón Latino, cantando temas ochenteros, de los
italianos, los más románticos y melosos, tan apropiados para su
voz.
Después de disfrutar seis o siete temas le sonó el móvil y tuvo que ir a... ¡¡¡¿su domicilio?!!! para realizar un levantamiento de cadáver... una mujer se había lanzado al vacío.
Después de disfrutar seis o siete temas le sonó el móvil y tuvo que ir a... ¡¡¡¿su domicilio?!!! para realizar un levantamiento de cadáver... una mujer se había lanzado al vacío.
Menudo tenía que ser el juez!!! Como todas tus historias de risa para no reírse, invita a leerla varias veces...
ResponderEliminar