REFORMA
Antón me contó
cómo se inició todo.
Marta era hija
de un amigo suyo. Había pasado por un penoso proceso de separación matrimonial
y se había comprado un piso, de esos de oportunidad bancaria. Quería dejar
aquel apartamento donde solo había conocido la felicidad que le proporcionaban
sus dos hijitas gemelas. Su ex, padre de las niñas, había resultado ser un
espejismo en su desértica vida.
El piso era
bastante antiguo y necesitaba una buena reforma. Marta confió en su padre. Fermín
ya se había jubilado hacía unos meses pero no pensaba fallarle a su hija. Tenía
mucha experiencia en obras menores, electricidad y fontanería y se sabía capaz
de realizar todos los arreglos necesarios. Todos excepto la pintura de paredes.
Y por eso acudió a su amigo y compañero de fatigas. Antón le dijo sí, que le
ayudaría, por favor, cómo no iba a hacerlo después de tantos años trabajando
juntos, conociendo a su hija y a las gemelas…
Aquellas
paredes estaban empapeladas. El salón y pasillo, por dos veces, papel sobre
papel. Para hacer un trabajo en condiciones era necesario, incluso
imprescindible, retirar todas las capas de papel y luego tapar grietas e imperfecciones,
alisar bien con la lijadora y ya, por fin, dos buenas capas de pintura.
Mientras Fermín se dedicaba a dibujar sobre los azulejos de cocina y baño la
nueva instalación de fontanería y a tomar mediciones para el cableado
eléctrico, Antón comenzó su tarea.
Con más
dificultad en algunos testeros que otros logró quitar todas las capas de papel
hasta dejar las paredes desnudas. A la vista quedó, en la pared principal del
salón, entre parches de masilla y manchas de humedad, los nombres de José y de
Marta torpemente escritos por alguien (nadie sabe por qué o para qué) antes de
encolar los muros para empapelar. Tampoco sabe nadie el motivo de que Antón
tomara con su móvil una foto de aquella pared con aquella leyenda. Me dijo que
me lo había contado todo precisamente porque tenía la demostración de que era
verdad con aquella foto porque, sin ella, la historia parecería ficción.
Como he dicho
antes, el piso era bastante antiguo y casi todos los vecinos del edificio contaban
con una edad avanzada (de hecho Fermín comentaba entre dientes que su hija y
sus gemelitas se iban a mudar a un bloque de viejos), así que la curiosidad de
Antón y el azar de un encuentro casual con una vecina anciana muy dicharachera
revelaron que José y Marta fueron los primeros dueños de aquel piso, vendido y
comprado varias veces. Que fue una pareja muy enamorada, muy simpáticos y muy
felices hasta que ocurrió aquello.
Después de
muchos intentos fallidos Marta logró quedarse embarazada y fue ya casi a
término cuando detectaron que venían dos criaturas. Pero el parto fue muy
desgraciado, los cordones umbilicales estaban tan enredados que nada pudieron
hacer para salvarlos. Al revés, la sangría que provocó tanta intervención de la
matrona acabó también con la madre desangrada y le causó la muerte. Al final de
la década de los cuarenta no teníamos los adelantos médicos de hoy. Tampoco existía
la asistencia de sicólogos tras las desgracias. Una semana después de los
funerales José apareció muerto en una cama de hotel. El forense detectó
cianuro.
Varias veces
se vendió el piso a distintos dueños que casi nadie recuerda. Personas anodinas
y especulación inmobiliaria. También unos años cerrado, casi abandonado. Unos
okupas, un desalojo y una ejecución hipotecaria. Qué casualidad Fermín, dijo
Antón, llamarse tu hija Marta y tener gemelas. Espero y deseo que su estancia
en esta casa sea como la reparación de tanta infelicidad, que sea una nueva
oportunidad de vivir entre estas cuatro paredes. ¿Sabes Fermín? Yo le he quitado
al piso todo el papel pintado y ha sido como quien se va quitando la ropa hasta
quedarse desnudo, sin tapujos, sin secretos, dejando su alma libre y expedita.
Que nada tape ni tapone ahora la felicidad que merece tu hija.
Así me lo
contó Antón y así os lo cuento yo. La vida es una sucesión de casualidades como
estas, como otra es que yo me llame José, como tantísimos hombres. Como conocer
a una divorciada con dos hijas y enamorarse de las tres, otra casualidad. Antón
me contó cómo se inició todo, final no hay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario